domingo, 14 de febrero de 2010

Mariano Sapia (Argentina - 2009)

MARIANO SAPIA

La vuelta al comienzo

Mariano Sapia conmemora el registro de sus recuerdos visuales a través de una vida comprometida con su entorno. Las visiones pictóricas de esas vivencias retomadas sobre la tela mantienen un clima de ensueño. La memoria tamiza la realidad y crea una síntesis que borra la precisión de los detalles. Los personajes son genéricos, resúmenes de una cantidad de individualidades. Las geografias flotan encima del lienzo. Hay una atmósfera desenfocada reforzada por la uniformidad de los colores – cielos diurnos y nocturnos, que en muchos casos dominan la mirada inicial.

Sapia nos induce en su mundo – un mundo que evoluciona a través de toda una vida. Hay relampagazos de una niñez suburbana, de veraneos juveniles, de momentos en la gran marcha agonizante de la sociedad argentina, dramas puntuales, crónicas recurrentes, tragedias esporádicas.

En esta selección de obra Sapia presenta una evaluación más macro de sus temas: en vez de enfocar en ciertas anécdotas o personajes, deja e
al observador escribir el texto. Mariano da pistas, códigos pictóricos que representan realidades según su juicio. El que mira aprende a convertir una mancha en un edificio, una serie de manchitas en una ciudad. El lenguaje del pincel de este pintor se revela; no nos hace trabajar demasiado. Su propósito en realidad es facilitarnos la tarea.

El propone un borrador, su título provee más información relevante, y él que indaga hilvana los subtextos que son las artimañas que el artista desarrolla a lo largo de su carrera. Hay quienes creen que Sapia es contestatario en su obra: el no se siente así. Plantea la realidad sin darle tintes críticos. Busca expresar su reacción a la vida diaria con colores más que contenidos. Se ve inundaciones o manifestaciones impregnadas con un toque de ternura.

Sapia es esencialmente pintor: sus preocupaciones principales son la composición, el dibujo, las tonalidades, las texturas – aquel equilibrio que otorga validez a un cuadro. Es fácil caer en el panfletismo, ser predicador de algún ‘ismo’, proselitista de algún credo sectorial. Sapia flota sus vivencias frente a nuestros ojos. Es un paisajista del espíritu de Cándido López, no tan minucioso, detallista. Pinta momentos congelados, donde la emoción no mancha la escenografía. Hay la sensación de desconexión, de soledad que se encuentra en la obra de Edward Hopper. La vida sucede en dos dimensiones, no hay intención de sugerir una tercera. Es un mundo aplanado por el tiempo. Hay reminiscencias de Pedro Figari, donde las costumbres se insinúan por detrás del color.

Sapia no busca sorprendernos. Intenta incorporarnos a su mundo de manera sutil. La tragedia pasó, lo que se queda es un trasfondo de drama reducido a un registro boceteado bajo cielos sugerentes y escenas prototípicas.

Al pintar ‘Los argentinos’ se inspiró en la gigantesca inundación de Tartagal, Salta. “La pinté con el sentimiento de que los argentinos vivimos en un estado de inundaciones permanente”. Cada cuadro nace de un encuentro, puede ser personal o a través de la televisión. Si hace unos años la experiencia era más caliente, hoy representa un ejercicio de cómo plantearlo en pintura. Dice “creo que antes pintaba con mayor inocencia. Los elementos de estas pinturas actuales fueron medidos, tamizados, pensados y repensados. Antes me conformaba más fácilmente con lo primero que me salía. Ahora, no…”

No es todo negro en la cosmovisión de Sapia. El también celebra momentos de alegría: ‘Milonga, afinación y balanceo’, por ejemplo, retrata un baile espontáneo en un taller mecánico. ‘Otamendi’ es más lírico aún: tres mujeres flotando en el baldío de un pueblo rural en el sur de la Provincia de Buenos Aires, o el solitario ‘La vuelta a casa’ donde una mujer y su sombra transitan a solas por los campos sin más anécdota. Puede ser que haya una trama de soledad, hasta angustia, la sensación del tiempo perdido que colma la obra de Sapia. Pero, a la vez, también hay una dosis de esperanza. El espectador siente que en algún momento la inundación se dispersará y habrá una vuelta a la normalidad. Es la esperanza de todo argentino.

Sapia nos deja al azar de nuestras mentes la resolución de esta incógnita. El es pintor. Sus pinturas deben encantarnos y no los mensajes subliminales que revuelcan en los ánimos de los que las contemplan.

Edward Shaw
Buenos Aires, junio 2009

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